Hambre en Venezuela
Alcibiades Lozano Guerra
Testimonio
“Ya he rebajado cuatro kilos. Lo noto en la ropa. Como menos y los pantalones me quedan grandes. Muchas veces dejo de cenar. Yo le cocino a mi niña de 7 años. No vive conmigo pero me encargo de su comida todos los días. Pierdo una jornada de trabajo a la semana para poder comprar algo para comer. Y todo un día de cola pueden ser apenas dos litros de aceite o nada. Viene gente de todas partes y entonces no alcanza. Cuando llego al final de la cola, sólo compro lo que hay: ñame, yuca… voy de cola en cola. Cambio productos: arroz por aceite, pasta por leche. Muchas veces salgo perdiendo, porque no importa el precio de los productos: es uno por uno.
Yo cocino a gas. La bombona cuesta cincuenta bolívares y dura como un mes. Hoy en mi nevera tengo un pedazo de queso blanco, una bandeja de mortadela y una presa de pollo. Carne no he vuelto a comprar y dejé de hacer sopa porque un kilo de hueso ya cuesta tres mil bolívares, un kilo de costillas tres mil quinientos, el kilo de carapacho de pollo cuesta mil quinientos.
Andrea Carolina, mi niña, sale a las dos y media de la tarde de la Escuela Bolivariana, pero cuando no tienen comida que darle la sueltan a un cuarto para las doce y entonces tengo que ver cómo le doy almuerzo. Eso pasa como tres veces a la semana y en ocasiones toda la semana. Incluso nos han avisado que no hay desayuno y ha sido un problema porque no hay cereal y no sé qué darle. La mortadela es cara: dos mil setecientos bolívares el kilo, pero la compro porque le gusta. También le encanta la pasta, pero ya casi no consigo.
Yo me muevo hasta Guarenas, Caracas o a Petare para conseguir comida. Mi niña está jugando y me busca: ‘Papá, tengo hambre’ y entonces tengo que ver cómo hago”
Alcibiades Lozano Guerra. Soldador. 60 años de edad. Guatire, estado Miranda.